Poesía de antagónicas románticas

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Poetisa primera.
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No importa qué medida
guarde él en su calzón,
en sus brazos soy rendida
hasta perder la razón.
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Abejorrito se posa
en la flor de mi pasión
que me parece su cosa
un bigote de ratón,
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y con un meneo pícaro
me eleva a lo alto
como al mítico Ícaro
sus alas a cada salto.
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¿Y qué si la tiene chica
aquél por quien suspiro?
Con pistola pequeñica
también se pega un tiro,
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y si bien quedo vacía
en el noventa por ciento,
me colma la suerte mía
y nunca me impaciento
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si presumen mis amigas
del tortón de sus parejas,
que yo comiendo las migas
de buen pan no tengo quejas.
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Poetisa segunda.
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¡Triste de mí! ¿Qué es esto?
Yo maldigo al Destino
si en un galán ha puesto
una paja por pepino.
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¿De qué me sirve un hombre
si no tiene buen ariete
que de grande me asombre
y al amarme me pete?
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¡A la mierda el amante
rico, bello, tierno, fiel,
si no trae por delante
una dote de corcel!
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La luna que me promete
sea para la incauta,
yo prefiero el cohete
que lleve un astronauta
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que en órbita me ponga
aun viendo las estrellas
con aquello que prolonga
el susto a las doncellas,
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el placer a veteranas
y a todas ocasión
de gritar con muchas ganas
de dolor o de pasión.