Carta de amor para Ana

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Santander, 2006


Sé que estoy más zumbao que un apicultor de 114 años sacando la miel de las colmenas y mi situación económica es parecida a la de un ludópata en Las Vegas, pero te quiero.

Te quiero más que Botín a las acciones del BSCH, pienso en ti más tiempo que lo que permanecen los semáforos de Gijón en rojo, ya te digo, que los bares ponen las terrazas en los pasos de cebra, y cada vez que te pienso, todo se vuelve de color de rosa, como aquella vez que metí mis tangas de diablillo en la lavadora con las sábanas de lino que nos prestó tu madre para nuestra noche de bodas.

Santa mujer. Es más buena que seis aciertos más el complementario, y tiene más paciencia que un domador de pulgas enseñando a bailar tango a los bichitos...

Y mira que se disgustó cuando vio las sábanas power-flower, nunca olvidaré la cara Farychupandounlimón que puso, ni esa pataleta que no la supera ni Farruquito huyendo de la Guardia Civil, ni ese grito, que si lo da Tarzán los elefantes se quedan quietos mirándose unos a otros y pensando: "cualquiera va donde el loco ese"...

Y qué forma de llorar... Ni Maria Magdalena cuando se despidió de sus clientes antes de seguir a Jesús de Nazaret...

Es cierto que no soy perfecto, como los transbordadores espaciales, que a veces exploto al entrar en una atmósfera viciada; que tengo más defectos que un piso de protección oficial; y que me organizo peor que la Seguridad Social; que soy tan torpe para llegar a la verdad de las cosas que parezco un juez; que te hago menos caso que un funcionario de la administración, y, sin embargo, me importas más que una cagalera de Beckham antes de un partido a la afición del Real Madrid. (No es ningún chiste, que la cosa ocupa 10 minutos en un informativo hora 21:30, máxima audiencia, 6.000.000 de seres humanos pendientes de la evolución de las heces).

Soy tan digno de ti como Bush de recibir el Premio Nóbel de la Paz, y aunque me esfuerzo por cambiar, cambio como una pastillera culturista colocá en el coche la autoescuela en su primera clase de conducir con la radio a tope volumen bacalao, pero quiero que tengas muy claro, más claro que la sopa de un etíope, que echan una pastilla de avecrén a un lago y reparten el agua a cacillos, ya sabes, que mi amor por ti es más noble que la madera del ataúd de un pijo, y más honesto quel Gobierno cuando dice: "vamos a subir los impuestos del tabaco y la bebida".

Comprendo que cuando me expreso soy más basto que un jardinero plantando un geranio en un tiesto con una retroexcavadora, pero tú me entiendes mejor que un vago en una entrevista de trabajo cuando entra y le dicen: "siéntese, por favor".

Gracias por ser conmigo más buena que... Que... No sé... Nunca he tenido imaginación para hacer comparaciones, además, hacerlas es de más mala educación que abrir una lata de cerveza para pasar la Hostia cuando se comulga en misa.

Si lo sabré yo.
La cara que puso el cura aquel día.
En la boda de mi prima Gema.
Todavía se ríe, menos mal.
Qué cabrona.


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